Concretamos nuestra misión en dos realidades complementarias:
«M. Trinidad pensó “era lo que el Corazón eucarístico de Jesús nos pedía desde el principio».
La adoración al Santísimo Sacramento; presencia del Señor real y permanente que Francisco de Asís invita a reverenciar, y que llevó a Nuestra Madre Fundadora a consagrarnos a la Adoración perpetua.
La evangelización a través de la enseñanza de niños necesitados.
Este espíritu y patrimonio lo conservamos celosamente y lo actualizamos con fidelidad concretamente dando respuesta a las diferentes “necesidades de los niños” según sus contextos. Mientras que los niños y jóvenes del primer mundo desarrollado podemos ofrecer atención, escucha y claves de sentido para sus vidas a las huérfanas de países del tercer mundo les compartimos nuestra casa haciendo con ellas hogar o a niños y niñas de determinados lugares les ofrecemos, junto con la cultura, la alimentación que sus cuerpos necesitan o la asistencia psicológica que les ayude a superarse.
Imitando a Madre Trinidad en su búsqueda inquieta de la voluntad de Dios nuestra acción apostólica se ha abierto a otras llamadas evangelizadoras y concretamente estamos atendiendo a la de la mujer falta de cultura y de promoción humana. Tenemos conciencia que nuestra misión en la Iglesia y el mundo es servir a la misión universal de llevar la Presencia y la Buena Nueva del Evangelio a cualquier lugar del mundo donde se nos reclame.